7.14.2007

Sabiendo quién era yo (o contra todo pronóstico).

mpa
Después de un tiempo de no postear, a partir del cual estoy segurísima de que la fanaticada derramó sendos lagrimones por mi ausencia; héme aquí una vez más.
El motivo de este humilde post -en este su humilde blog-, surge a partir de una estupidez que le enviaron a mi Pariente, quien a su vez me la envió a mí (no tengo ni la menor idea de cómo, pues nunca la recibí, pero en su Absurdo Semanario aparece que yo soy receptora y acreedora de lo que se explicará a continuación).
Como no tengo ni la menor idea de si hay una dinámica establecida, o alguna regularización en lo que debo de hacer, generalmente me lleno de dudas pensando si hice lo correcto. Esto no me mortifica, quienes se lo tienen que reventar son ustedes, mis amados lectores. La mayoría de mis acciones están determinadas por mi subjetiva comprensión y tengo una marcada tendencia
al desorden. Total, a lo que me truje.
A continuación desglosaré 8 cosas de mí que:
a) Ya saben.
b) No saben.
c) Causarán controversia.
d) Les importarán una puritita chingada.
e) No leerán.
f) Todas las anteriores.
g) Ninguna de las anteriores.
1.- Amanecí otra vez: Aborrezco las mañanas. Podría contar las veces que he despertado de buen humor. Sea la hora que sea, sea el día que sea; despertar para mí es una situación traumática. Pa' empezar, necesito aproximadamente diez minutos para ubicarme en un plano espacio - temporal, cualesquiera que este sea. Posterior a eso, tengo que tomarme mi tiempo para determinar en qué ciudad estoy, en qué lugar de dicha ciudad, por qué desperté y qué tengo que hacer. Pa' seguirle, hacer un inventario de las partes de mi cuerpo. Todo lo anterior no implica que vivo en la zozobra constante -malita me viera si así fuese, creo que la situación sería peor-; simplemente no tiene una explicación objetiva. Tengo una enorme tendencia a soltar una serie de procacidades si soy despertada. El mundo está plagado de entes incomprensibles que despiertan con una sonrisa, deseándole felicidad al mundo. Para estos seres, tengo un impresionante lanzamiento de chancla con la zurda y balbuceos incomprensibles pero con intenciones terribles.
2.- Niña hechicera, échame tu cabellera: Ahi con la pena: no soy pelirroja. Lo impactante no es esta aseveración, sino que haya personas que crean que sí. Yo baboseo por el mundo con la ceja pintada a la mitad, las raíces negras de cinco centímetros asomando de mi cráneo, tonalidades de greña que van desde rojo frenesí hasta anaranjado tirándole a güerito; y cuando se me ocurre soltar un ingenuo comentario en torno a mi cabello sin teñir o a mis aplicaciones de tinte, a alguien se le llenan los ojos de lágrimas, -al mismo tiempo cae en cuenta de que Francis es hombre, que Chabelo fuma y que al perrito que tuvo cuando niño no se lo llevaron a una granja-. Con esto no estoy etiquetando de ingenuos a quienes lo han creído, que no, que no. Lo que me parece sorprendente de esta situación es el hecho de que sin saberlo, descubro que tengo una excepcional capacidad mimética; con respecto a cuestiones bastante forzadas.
3.- Luciendo los tatuajes de un pasado bucanero: En mi mocedad, quería rayonearme todo el cuerpo. Para legitimarme necesitaba bastante tinta en el cuerpo, sentirme como barda sin vigilancia grafiteada, cualquier cosa que me hiciera sentir un poco más galería de arte contemporáneo y un poco menos yo. El tiempo pasa, sigo sin legitimarme del todo y buscando sentirme un poco más cualquier cosa y un poco menos Venadito. Pero pasó el furor de querer que mi piel fuera reciclada como pantalla de lámpara estampada. Tengo dos tatuajes: uno en la panza y otro en la espalda. Me gustan mucho y a veces no me gusta que se vean. Pocas veces doy explicaciones en torno a ellos. Quiero ponerme un tercero, y ya.
4.- ¿Por qué no fui sirvienta de un burdel?: Me gusta trapear. Muchísimo. No compulsivamente, ni por obligación, ni en situaciones específicas. A veces lo hago cuando me estreso. Lo importante aquí es que es algo que disfruto enormemente. Si llueven comentarios -como si fueran tantísimos- del estilo: vente a trapear mi casa, tu depa nunca está en orden, o detallitos así, chinguen todos a su madre. Ni me nace, ni lo busco, ni nada por el estilo. Ni siquiera me gusta lavar el trapeador. Pero es fenomenal pararme en la sala, con las piernitas en compás para no salpicarme, levantar el trapeador tres veces y escuchar el chopchopchop, quitarme las sandalias, dar tres pasos de baile -a según de lo que esté escuchando- darle una vuelta al trapeador como molinillo, verlo como rehilete, que quede en el piso como pulpito aplastado, y venga de ahí Izquierda, derecha, arriba, de frente, arriba, vuelta. Regresar, volverlo a enjuagar y resbalarme en el mosaico humedito. Pero me desesperan los cabellos que quedan como culebritas sin sentido embarrados en el piso. Ah, y sólo doy dos trapeadas.
5.- A chillidos de marrano: Cuando alguien me pregunta: ¿qué música te gusta? ¿qué te gusta leer? o cualquiera de sus variantes, inmediatamente me bloqueo. No por mala intención, ni por artisteada. Sólo me bloqueo y no sé qué chingados responder. Entiendo a la perfección que esas preguntas no necesariamente se hacen con mala intención - a veces sí- pero me exaspero. En ocasiones contesto, en otras me hago wey, o salgo por la tangente -pinche lugar común- respondiendo con algún adjetivo estúpido como: soy ecléctica. Uno de mis propósitos es preguntarle a quien lanza dicha clase de preguntas pendejas es: ¿qué piensas cuando formulas esa pregunta? Los mantendré al tanto si ocurre algún día.
6.- Si tu boquita fuera: Jamás en la vida he tenido un fuego labial, o herpes bucal, o como se le llame. Claro está que tampoco lo he propiciado. Sin embargo, tengo la teoría de que si tuviera alguna propensión, ya lo hubiese tenido. Cuando veo alguna persona que lo padece -pues no ando por el mundo haciendo encuestas en torno a si ya lo han padecido- no le digo nada para no herir susceptibilidades ajenas, pero me pregunto qué se sentirá, o si dolerá, o si no se puede evitar. También me dan ñáñaras.
7.- Cumbia metalera: Por alguna razón que desconozco, tengo un pegue impresionante con metaleros y darkies (no darketos, darkies para que se oiga cute). No niego que han existido algunos en mi haber, pero de un tiempo para acá me lo cuestiono y no lo entiendo. Si llego a algún sitio donde proliferen estos seres que se ríen al revés, que se maquillan más que yo, que invierten más tiempo que Paris Hilton en coordinar su vestuario y que son malos como el que más; inmediatamente se me acercará alguno a declamarme algún poema de Baudelaire, a recitarme algún párrafo de Edgar Allan Poe, y a demostrarme todo lo profundo, depresivo y malo que es. No los critico, los compas son compas y los que no, pues no. Pero la Venadito, más naca que una caguama en bolsita, sólo requiere de pocos minutos o unos cuantos días: para descubrir que el ente malísimo en cuestión está triste porque sólo requiere un abrazo, para que le confiesen que duermen con un tigger de peluche, para que de un momento a otro canten canciones de Fey como secundariana o que el sueño en la vida del darkie y/o metalero en cuestión era ser coreógrafo. Y todo lo anterior no se consigue mediante una estrategia estructurada, sino a puras imprudencias de mi parte. La vida es bien rara.
8.- Al primero le pones pato, al segundo le pones peto: Nunca he entendido el motivo, pero necesito nombrar a las cosas que me rodean. No implica que vaya por el mundo poniendo post-its amarillas a los objetos (lo he hecho, pero ese no es el punto), pero para mí es menester que determinados adminículos tengan un nombre más allá del que Dios les dio. Aparte de mascotas, alguna ropa, bisutería, muebles, plantas, he llegado al extremo de hacerlo con lo más cotidiano. No me quiebro la cabeza, algunos nombres son muy simplistas (un trinche de cocina sólo es 'el coqueto'). Creo que esto todo mundo lo hace -inconscientemente- y lo mío va más allá que un mero ejercicio de nemotectnia, no sé qué tanto porcentaje poblacional lo vea como situación fundamental para su vida. Pero aunque sepa que mi collar azul es el único azul que tengo, para mí siempre será Escorbuto. Muchas veces me da pena cuando me refiero a las cosas por el nombre que yo les pongo y no por el que tienen.
Pariente, ya cumplí. Creo que fui la única.