3.09.2007

Fantasmas para llevar debajo de los faroles.


Hay fantasmas para llevar. Fantasmas de bolsillo que aparecen y desaparecen, que se pierden entre la cantera , que traen gabardina con manchas de soledad (sic), que se esconden detrás de ceniceros hasta la madre y botellas verdes de dos equis; o que se encuentran a pleno día en una ciudad distinta y no se ven. Fantasmas de huesos frágiles y con alas enredadas en la greña. Es necesario detenerse, cerrar la puerta del baño en bares que no conoces el nombre, verse al espejo, tronarse la espalda, respirar. Guardar silencio para escuchar el estruendo de la soledad. Abrir mucho los ojos, sentir el sabor del vidrio molido en la boca, mentarle la madre al de al lado, y aparecen. No de entre las tumbas donde duermen a veces. Aparecen entre extraños, tienen ojos fantasmales de niña o bruja sola. Por la segunda cubeta, descubren las alas rotas, se ajustan el sombrero y se vuelven humo. Una voz aguardientosa canta a lo lejos. Se sabe que lo que pasa es real por el sudor frío que escurre en la espalda, por las manos que tiemblan. Por no poder dejar de verlos. En las madrugadas no tan reales, hablan detrás de trincheras que hacen bajo las camas. Se van cuando no se quiere que se vayan.

3 comentarios:

Garnacher dijo...

También hay gente así.

B. Rimbaud dijo...

No es eso la manifestación, en sí, de la nefastitud???

Yo soy el venadito dijo...

Garnacher: Deje usted gente, a estas alturas uno ya ni sabe con quién trata ... porque aquí nos amanece.

Bernardo: Por primera vez en su vida, no le voy a dar la razón. Ojalá y fuera la manifestación de la nefastitud, es la materialización de la soledad. Pero recuerde: todo lo real es racional y todo lo racional es real.